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martes, 24 de febrero de 2009

Pedro Martínez Acosta, fotos.........

Querida Ileana y Joel, les saluda Stefan, por casualidad leyendo una nota del fallecimiento de Filo, halle tu blog y vi las fotos de mi querido Pedro, me gustaría que pusieras esta que fue las ultimas de el.

Les recuerdo a ambos con mucho cariño,

un abrazo Stefan

Pedro con un grupo de amigos entre ellos Aizar Jalil...
Pedro y Virginio su hermano...

Pedro y Frida su compañera...
Pedro con su hermano Virginio...



1 comentario:

  1. "Podremos asumir el duelo por Pedro Martínez" (Adelante Digital.)

    Yanetsy León González / Foto: Cortesía de Virginio Martínez Acosta
    Camagüey, 30 mar. En el barrio nuevitero de Cantarrana casi linchan a Pedro Martínez la noche de calor tremendo cuando, sin ser invitado, apareció en unos quince con el abrigo verde olivó de Joel Jover, su amigo de Tarafa, del león pintado que en inglés aclaraba: “el rey de la selva”. Ser de Camagüey era el colmo en aquel pueblo.
    Tomó su vida como el objeto de experimento para defender a ultranza la tesis sobre la “carnavalización de la sociedad”, tan proclamada en el postmodernismo. Del Conservatorio Estatal de Odessa, en la antigua Unión Soviética , egresó como musicólogo en 1984. Al llegar a Cuba dinamizaría la enseñanza artística con sus cambios en los planes de estudio de la historia de la música y la armonía. Los alumnos de entonces agradecen hoy su exigencia.
    A propósito del aporte en ese campo, destaca el guitarrista concertista Félix Puig la entrega espléndida de Pedro de cuanto conocía, especialmente de la armonía contemporánea y la jazzística; en la composición de obras tocadas por la Orquesta Sinfónica de Camagüey y en el exterior; el mérito de fundador de la filial del Instituto Superior de Arte y la labor investigativa sobre la música afro en Cuba. “Me dio un dato que nunca olvidé. La única conga que se toca con palos es la nuestra”.
    Sin embargo, comenzó estudiando trompeta hasta enfilar el rumbo de la vocación definitiva. Amado del Pino precisa en la crónica Costumbres. “Pedro tenía prisa por ser un intelectual, como los pintores que bastante rápido tomaban té hablando de filosofía y asistían a exposiciones con ropas novedosas. Entonces colocaba su trompeta y se ponía a leer a Cortázar, mientras ¿ejercitaba? un par de notas”.
    Precisamente sintió mayor afinidad por los pintores, con quienes compartía el albergue en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán y jugaba en el mismo equipo en los desafíos de béisbol, sin mucho aval por mal pelotero, según Aisar Jalil. En cambio, los músicos nunca lo consideraron vende patria. La confraternidad emanó de las inquietudes en el terreno de la ética y la estética por la pasión por las artes.
    Todos los hombres no descuellan como gente brillante y en el año 1979 o 1980, en esta ciudad, él hizo tertulia en La Paella, junto a Gabriel Gutiérrez y contemporáneos de esa copiosa generación que pretendía convertir el lugar en una suerte de Bodeguita del Medio, mientras hablaban de todo lo que soñaban hacer en el arte en Camagüey.
    Allí evocaban el viaje a la Sierra Maestra a finales de la década. Artistas de la plástica, teatristas y músicos durante un mes revolucionaron Maisí, con especial impronta en el formato del conjunto “Los alegres de Sabana”.
    Se piensa en Pedro Martínez Acosta con alegría por el espíritu de hombre fiestero, que ha opacado la imagen del investigador de la música, del alumno entrañable de Argeliers León y María Teresa Linares, del cubano que en la URSS mereció el elogio de los teóricos del arte Yuri Lotman y Mijail M. Bajtin.
    En el periódico Adelante rebasó las 35 colaboraciones. Los escritos traslucen su dualidad de hombre de pueblo y excelente comunicador con la agudeza del pensador capaz de discernir entre lo banal y lo autóctono. Irradiaba sabiduría, pero sin bombos ni platillos, una persona necesaria en más de un contexto.
    Uno de los estudios profundiza en las características del San Juan camagüeyano como complejo genérico. Cuenta Joel Jover, que en esas fiestas le seguía la pista a cada instrumento.
    Yo no pensaba ni nacer y ya él era Pedro Martínez, aunque hubiera podido conocerlo en febrero del 2005 cuando estuvo por última vez en la ciudad. Desde 1996 laboraba en El Salvador por un convenio establecido entre el Centro Nacional de Artes (CENAR) y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Allá realizó trabajos docentes en la Sinfónica Juvenil de Pro Arte, en la formación de niños y jóvenes en las percusiones afrocubanas, y hasta fungió como consultor del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte.
    De haberle conocido, quizás me sucediera como a Joel Jover, que no ha asumido el duelo tras su muerte el 23 de febrero del 2009. Como fue cubano rellollo de los que parecen restarle importancia a las cosas, puede que aparezca en cualquier momento.

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